16 febrero 2011

Estudio en escarlata

Aquella mañana de mediados de febrero comencé así mis notas de campo: "9:30, soleado, al pasar de los 12º vuelan las primeras abejas". Zumbaban sobre los romeros cargados de flores, cada una según sus peculiares costumbres... Las grandes Anthophora volaban veloces como ráfagas, libando nerviosamente una flor cada pocos segundos, mientras que las pequeñas Halictus se detenían a veces más de un minuto en la pista de aterrizaje de cada flor. Me senté a contemplar el espectáculo de tanto bullicio diminuto, y pronto descubrí otros visitantes más escasos: una esfinge colibrí... cardenillos... un chinche de la fresa, moscas abejorro, y el más extraño de todos, una mosca tan roja que parecía emanar desde el interior de su cuerpo un resplandor irreal de intenso color bermellón, un ser extravagante, de frente picuda, cuyo cuerpo escarlata reverberaba bajo el sol como un rubí viviente. ¿Quién era este desconocido entre el microcosmos del romero en flor? Imposible averiguarlo sin volver a casa, donde, entre guías y claves de identificación, me sumergí, como Holmes y Watson, en mi particular versión naturalista de su estudio en escarlata. Me costó como una hora, pero finalmente di con la respuesta: era un Conópido del género Myopa, una especie de... abreabejas.

Leí cómo estas moscas se desarrollan como gusanos que devoran vivas por dentro a las abejas y abejorros, al estilo de tantos y tantos otros parasitoides del mundo de los insectos. Pero lo especial de los Conópidos es cómo abordan a su víctima. Tienen unas piezas con forma de abrelatas al final del abdomen, con las cuales abren un poco los segmentos abdominales de las abejas, lo justo para introducirles la muerte en forma de un huevo. Dicen que todo sucede en un abrir y cerrar de ojos: el rápido vuelo de la mosca escarlata, la abeja que recibe un inesperado contacto en el aire, y, tras una lucha en la que ambos insectos pueden caer al suelo forcejeando, todo vuelve a la normalidad. Pero sólo en apariencia: la abeja lleva ya dentro a un pasajero que acabará por alejarla del sol, de las flores del romero, de todo ese mundo que, al romper la primavera, identificamos como el triunfo de la vida, y en el que el insecto rojo me enseñó que también acechan los más refinados y mortales trucos de la evolución.

20 comentarios:

Jesús Dorda dijo...

No hay que ir muy lejos para buscar una analogía terrestre del Alien de la película.
Los insectos tienen unos ciclos que no dejan de sorprendernos. ¡Y lo que nos quedará por descubrir!

El Naturalista dijo...

Y que lo digas, los ciclos vitales de ciencia ficción aparecen uno tras otro en cuanto empiezas a identificar insectos, aunque sea a nivel de género o incluso de familia. Como si la evolución se hubiera complacido por doquier en generar análogos y variaciones en miniatura de aquel extraño polizonte de carguero estelar... Y cosas más barrocas aún, como los parasitoides de parasitoides, que saldrán por aquí muy pronto. Un saludo, naturalista.

Julián Simón dijo...

Hola Naturalista:
La descripción que haces de la "desconocida mosca roja" es de antología literaria y lo que descubriste sobre ella cuando consultaste tu guía, "mete miedo".
Un saludo

El Naturalista dijo...

Pues González, eso prueba lo grande que es la naturaleza: una sola de sus criaturas más insignificantes puede inspirarnos sensaciones así de estéticas y de terribles a la vez. Saludos naturalistas.

Anónimo dijo...

con la transmisión de ciertas ideas pasa un poco lo mismo; un libro, asistir a una conferencia, que si un mitin, "todo parecía continuar con normalidad" a partir de estos hechos, hasta que al cabo de un tiempo ¡zas! surgen personas que hacen cosas delirantes, aupan a corruptos o cosas peores...
P.D. hay moscas rojas y moscas azules, muy que muy peligrosas...

joaquín dijo...

Escalofriante relato. Esta claro que los guionistas y esritores de ciencia ficción deben ser ávidos lectores de manuales de entomología

El Naturalista dijo...

Anónimo, interesante esa comparación, pero espero que no caigamos por aquí en la falacia naturalista, ese asumir que lo que vemos en la naturaleza refleja de algún modo algo ético extrapolable al mundo humano. Una prueba de que la falacia naturalista es tal falacia quizá sea el que las moscas azules del ecosistema no son ni de lejos tan peligrosas como estas rojas. Un saludo.

El Naturalista dijo...

Bienvenido a este monte, Joaquín; no sé si esos escritores conozcan estas historias, lo interesante creo que es el que la gente que vive rodeadas de ellas sepa de su existencia y las valoren como el hecho evolutivo asombroso que son. Y a partir de ahí, bueno, igual se animan a escribir... Saludos naturalistas.

Anónimo dijo...

En absoluto, Naturalista. Era jugar a las analogías, no establecerlas, ni extrapolar al mundo de las ideas hechos de naturaleza evolutiva. Afortunadamente, el mundo de las ideas no se propaga de modo parecido. Una licencia se le concede a cualquiera. Saludos naturalistas.

Carlos M. Herrera dijo...

La historia de los conópidos es incluso más compleja y apasionante. Algunos de ellos son miméticos de avispas (por ejemplo, los del género Physocephala), con colores amarillos y negros, y alas grisáceas. Se les puede ver a veces revoloteando y mezclándose con grupos de avispas que comen en el suelo (aunque son tan parecidos que hay que tener el ojo acostumbrado para detectarlos). En un instante el conópido choca deliberadamente en el aire con una avispa, caen juntos al suelo durante poco más de un segundo, y luego cada uno marcha por su lado, pero la avispa se lleva el huevo dentro. Otras especies hacen lo mismo con los abejorros (Bombus) a los que parasitan. Liban néctar en las flores, donde coinciden con los abejorros, y chocan con ellos en el aire para "colocarles" el huevo dentro en el brevísimo tiempo en que están juntos en el suelo.

Saludos.

El Naturalista dijo...

Anónimo, por supuesto que aquí todos tenemos derecho a tomarnos las licencias que veamos convenientes. Curiosamente, el mundo de las ideas se puede contemplar en términos evolutivos, en un contexto donde cada idea surge y se propaga de una mente a otra con cierta eficacia, análoga a la eficacia biológica que aporta un alelo, por ejemplo. Sin embargo, hace ya décadas que Dawkins propuso formalmente esa teoría, la de los memes, y no sé si la idea ha aportado algo nuevo al margen de la simple comparación con la evolución biológica. Un saludo, naturalista.

El Naturalista dijo...

Muchas gracias, Carlos, por completarnos así el panorama sobre estos parasitoides increíbles. No he podido ver nunca en directo la técnica de intercepción y puesta de huevo en los conópidos, y lo que he leído es poco claro, así que lo que cuentas es muy aclarador. Además te has adelantado a una entrada que tenía pensada para el verano sobre los Physocephala, de los cuales creo que hay al menos dos especies revoloteando por los cardos corredores del lugar. Es curioso que se parezcan a las avispas mientras que las Myopa no se parecen mucho a una abeja, al igual que muchos otros parasitoides no se asemejan demasiado a sus víctimas. Probablemente en los parasitoides el mimetismo batesiano prima sobre la semejanza con el hospedador, aunque en el caso de Physocephala... ¿quién sabe? Saludos naturalistas.

Anónimo dijo...

En línea con lo que comentas, Naturalista, los memes (la transmisión cultural planteada por Dawkins) también tienen relación con los arquetipos (junguianos o no) y que algunos naturalistas de siglos anteriores tuvieron en su mente, no tanto por su relación con la transmisión de ideas, cuanto por el origen de patrones evolutivos, y estos patrones evolutivos sí se correlacionan, incluso, con los filos de las plantas y seres.
saludos

El Naturalista dijo...

Bueno, Anónimo, será cierto todo eso, pero sinceramente no lo entiendo. ¿Entre qué variables en concreto se da esa correlación entre patrones evolutivos y filos? ¿De qué otros seres aparte de plantas estamos hablando? ¿Qué relación tienen los arquetipos con las ideas sobre el origen de patrones evolutivos en siglos anteriores? Un saludo.

Anónimo dijo...

Digamos que un patrón evolutivo puede ser una determinada combinación de alelos que da lugar a una característica peculiar de una especie dentro de una familia (en este sentido hablamos de plantas, pero también de animales).
El uso de "arquetipo" en biología se utilizó por algunos naturalistas del S.XIX, que consideraron que todas las especies podrían provenir de un mismo tipo ideal, o, al menos, todas las especies de un filo.
Pues bien, aunque desechadas estas ideas, los patrones evolutivos tienen que ver con los cambios en la genética de todos los seres, que podrían tener un diseño original-ideal, y, en este sentido, hablamos de arquetipos biológicos (diseños-arquitectura-formas-cambios ajustados a las condiciones ambientales motoras de la evolución...sobre el diseño original.
saludos

El Naturalista dijo...

Bueno... creo que capto algo ya. El caso es que ese diseño de los seres vivos es muy poco inteligente, porque está repleto de chapucillas de toda clase. Gracias por intentar aclararnos tu punto de vista, Anónimo. Saludos.

Honorio dijo...

¡Ay que ver que bueno es este blog!
Estaba yo esta tarde viendo los primeros aviones comunes que han llegado a la minicolonia de la estación de Atocha, cuando me he percatado de que lo que parecía una serie de aviones compitiendo por los mismos nidos en las zonas mejores, se ha convertido en una pequeña bandada que ha puesto en huida a una pareja de urracas. Todo ha sucedido tras una leve señal de uno de ellos que a mí me ha sonado a su brippppp normal y corriente, pero que ha hecho que incluso los que estaban dentro de los nidos ("alicatando hasta el techo" como les gusta a estas aves), salieran cual grupo de aviones "cazas" a dispersar a sus enemigos.
Un tema muy interesante el de las aves de colonias, que algún día podrías abordar.
Un saludo,
Honorio

El Naturalista dijo...

Vaya Honorio, qué cosa más interesante has visto, nunca hubiera imaginado ese comportamiento. En el ecosistema del que hago el blog no he visto nunca algo así en aviones ni golondrinas o vencejos, pero sí el acoso colectivo por parte de unas currucas a un autillo en pleno día, oculto entre las ramas de un espino albar. Si vieras que se repite ese comportamiento que describes, coméntanos, por favor. Sobre aves en colonias no puedo sacar ningún post porque no las hay en el monte al que dedico el blog, pero sí podemos comentar algo por aquí nosotros, claro. Saludos naturalistas.

Anónimo dijo...

Desde luego, naturalista, la investigación sobre tu particular "Estudio en escarlata" merece un premio literario. Magnífica narración!

He quedado asombrada, amigo Holmes!

El Naturalista dijo...

Bueno, es fácil entusiasmarse escribiendo con seres así a nuestro alrededor. Un saludo.